sábado, 30 de enero de 2010

Crítica de "Los juegos del hambre" y "En llamas", de Suzanne Collins

Hace tiempo, leí un libro de Suzanne Collins titulado "Los juegos del hambre". El argumento es bastante interesante (no cuento spoilers, lo que digo se puede leer en la contraportada): en un futuro cercano el mundo ha cambiado y hay un país llamado Panem, dividido en trece distritos y un lugar llamado el Capitolio. Mientras en el Capitolio viven como reyes, los ciudadanos de los Distritos son tratados como esclavos y viven en la pobreza trabajando sin parar para producir bienes y alimentos que son disfrutados por los ciudadanos del Capitolio. Hartos de la situación, los Distritos se rebelaron contra el Capitolio en el pasado, pero perdieron la guerra. El Capitolio aniquiló uno de los Distritos, el 13, como castigo ejemplar, y luego instauró un sacrificio anual para los otros 12 Distritos supervivientes: los Juegos del Hambre. Cada año, salen elegidos por sorteo dos adolescentes (de 12 a 18 años) de cada Distrito, los cuales tienen que batirse hasta la muerte en un espectáculo televisado en directo y de obligatorio visionado para todos (salvo para el Capiolio, cuyos ciudadanos no lo ven por obligación sino con un gran entusiasmo, haciendo apuestas sobre quién ganará y convirtiéndose en auténticos fans de los vencedores). El ganador, el único superviviente de la lucha, tiene fama y riqueza para el resto de su vida y también consigue mejores suministros de comida para su Distrito durante ese año. "Los juegos del hambre" cuenta la historia de Katniss, una joven de 16 años que se oferce para participar en los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre en lugar de su hermana Prim, que sólo tiene 12.

A primera vista, la premisa del libro no es muy original; una mezcla de "Battle Royale" y "La larga marcha". Es un relato adictivo, emocionante, lleno de acción y suspense y bien escrito (yo me fusilé los dos libros que hay hasta ahora en poco más de un día), pero no demasido original. O eso pensaba yo hasta que leí "En llamas", la segunda parte.
No voy a dar detalles del argumento (aunque sí debo decir que el libro me gustó mucho y es igual de bueno que el primero, además de dejarme muerta de impaciencia por leer el tercero), pero sí quiero comentar que, al leerlo, me di cuenta de algo que hace este relato diferente a todas las otras distopías de concursos que matan a gente que he leído o he visto en el cine: la trilogía de "Los juegos del hambre", aunque sea futurista, no nos habla del futuro. Nos habla del pasado. Esto es así, porque durante la lectura de "En llamas" descuibrí algo que sólo estaba ligeramente insinuado en el primer libro: que el país de Panem está basado en el Imperio Romano. No sólo en detalles menores como por ejemplo los nombres en latín o la Cornucopia, símbolo de la abundancia en la antigüedad clásica, sino en cómo es la sociedad en general: Un Capitolio lleno de gente hermosa, rica y culta que organizan banquetes en los cuales vomitan para seguir comiendo mientras en los Distritos la gente apenas tiene para comer. Tienen esclavos, tanto los ciudadanos de los Distritos que viven en ellos sin poderse escapar y que reciben una miseria de alimentos a cambio de duro trabajo, como aquellos a los que llaman avox, que sirven en el propio Capitolio y a los cuales enmudecen por medio de una operación para que no puedan hablar (práctica ya realizada en la antigüedad sobre algunos esclavos). Y los famosos Juegos del Hambre no pueden recordar más a los gladiadores: esclavos que luchan en la arena tratando de sobrevivir, sabiendo que si ganan tendrán riqueza, fama y el favor de un público que no es consciente de su humanidad ni de su sufrimiento y que hace apuestas sobre sus favoritos y goza del espectáculo de las muertes.
Eso es lo más aterrador del mundo que ha creado Suzanne Collins. Que no es una invención. Que es real. Que nos habla de algo que ya sucedió. Que tal vez, si las circunstancias históricas hubieran sido otras, sería lo que estaría pasando en este mismo momento. Lo que sería la Roma clásica en estos días de tecnología, internet, televisión y coches automáticos. Y que nos deja un inquietante aviso: si perdemos todos los valores que transformaron la sociedad antigua en la moderna, si volvemos a los tiempos de relativismo, amoralidad y decadencia que había en la época del Imperio... ¿qué impedirá que lo que ya sucedió una vez en el pasado vuelva a ocurrir?

1 comentario:

Aricuentista dijo...

No he podido resistirme a contestar. Es una gran reflexión la que has hecho sobre "Los juegos del hambre" y "En llamas" pero según mi opinión Collins no solo habla del pasado tambien habla del presente, parece que desde aquí desde nuestro "Capitolio" es difícil ver que para nosotros trabajan muchos distritos por todo el mundo, que aunque parezca menos bestial, nosotros tambien estamos en una posición privilegiada mientras otros se mueren de hambre y cosen las zapatillas que calzamos.
Nosotros nos gastamos dinero en tintes, piercings, internet, operaciones quirurjicas... y otras personas en el mundo tienen que recorrer kilometros para beber agua, que otras personas en el mundo mueren de enfermedades que aquí con una pastilla se cura...
Esta saga, si te paras con detenimiento a leerla es más dura de lo que puede parecer.


Saludos. Una nueva lectora.